martes, 20 de octubre de 2009

El admirable arte de no existir

Como ya apuntábamos en el tema anterior, a pesar de la magnitud de la noticia ningún medio de comunicación importante se hizo eco el 14 de mayo de 1998 de la reunión del grupo Bilderberg. Y no es que no hubiera periodistas en la sala. Todo lo contrario. El hotel Turnberry albergó aquel día a algunos de los personajes más importantes del mundo de la comunicación. Pero ellos no estaban allí para informar. Parece ser que también se encontraban allí como "ciudadanos particulares".
Por otra parte, el fuerte muro organizado por el servicio de seguridad prevenía de la visita inoportuna de algún reportero con ganas de cincelar su nombre en el libro de honor de la profesión. En cuanto a esos prominentes miembros de la comunidad informativa que asisten al acto, no se les puede reprochar su silencio: a fin de cuentas ellos también han jurado guardar el secreto igual que el resto de sus compañeros de "logia". Su papel en la estrategia del Nuevo Orden Mundial es uno de los más importantes. Ellos son los propagandistas, los encargados de hacer digerir a la opinión pública los secretos acuerdos que más tarde serán llevados a la práctica por los gobiernos, muchos de los cuales ni siquiera sospechan a qué poder están sirviendo. Así, las nuevas ideas cruzan el mundo veloces, llevadas por las poderosas -e interesadas- alas de los actuales medios de comunicación. Mientras, los ciudadanos de a pie continúan creyendo que sus modas y sus modos son espontáneos, que las ideas y los ideales que surgen en sus mentes lo hacen sin guía ni sugerencia. Pero en los suntuosos despachos de los empresarios mediáticos se conoce la verdad. Sólo ellos saben los intereses de los que son lacayos, los amos a los que obedecen.
En la reunión de Escocia, se dieron cita personajes tan importantes en el mundo de la comunicación como el antiguo redactor jefe de la revista Time, Henry Anatole Grundwald, Robert L. Barcley, vicepresidente del Wall Street Journal, Catherine Graham, propietaria del Washington Post, el presidente de la agencia Reuter Peter Job y una larga lista que comprende a directores, antiguos y actuales, del New York Times, Newsweek, el London Observer así como representantes de las grandes cadenas de televisión norteamericanas. Entre unos y otros han conseguido tejer un tupido velo de silencio alrededor del grupo. La única cobertura informativa de sus actividades ha provenido de medios de comunicación cercanos al activismo político o especializados en teoría de la conspiración. También han cumplido un papel preponderante en este sentido los minúsculos medios locales de las ciudades donde han tenido lugar las reuniones. Por ejemplo, The Scotsman, un periódico de la comarca, fue el único medio de comunicación de aquel país que dio una amplia cobertura informativa de esta convocatoria.


Todo para el pueblo pero sin el pueblo:

¿Es esto una especie de despotismo ilustrado de nuevo mundo? Todo parece indicar que sí. Mientras instituciones como la Organización Mundial de Comercio, el grupo de los ocho o los Bilderberg, continúen operando con la libertad que lo hacen, expresiones como soberanía popular o democracia tendrán muy poco significado real. Estamos ante un nuevo patriciado, un nuevo poder del que nada se dice, pero cuya influencia se extiende lenta e inexorablemente sobre el mundo.
A veces da la impresión de que cualquier intento de resistencia estuviera abocado al fracaso. Organizaciones no gubernamentales y partidos políticos, como los Verdes alemanes, denuncian esta situación organizando movilizaciones y actos de protesta contra estos nuevos mandarines. Pero los bien instruidos poderes mediáticos hacen creer a la mayoría de la opinión pública que estos elementos no son más que una banda de incontrolados y fanáticos que solo pretenden provocar el caos y violencia.Lo curioso del tema es que los organizadores de las protestas siempre manifiestan que son víctimas de grupos de agitadores a sueldo, que provocan que las fuerzas de seguridad actúen y rompan la protesta en contra del Nuevo Orden Mundial.
No hace falta ser futurólogo para predecir que este tipo de enfrentamientos se van a hacer más frecuentes durante los próximos años. Según se vayan haciendo evidentes las actuaciones de esta elite mundial, se producirán reacciones populares en contra, que a su vez traerán consigo represiones más o menos violentas. No se trata de jóvenes airados o extremistas radicales, sino de hombres y mujeres concienciados que saben que en la actualidad las políticas del Banco Mundial o la Organización Mundial del Comercio tienen un impacto negativo sobre la vida de millones de personas de todo el planeta.
En cualquier caso, ustedes, los que acaban de leer este tema, ya no pueden decir que no sabian nada, que no estaban avisados. Todos tenemos una responsabilidad hacia nuestra propia libertad; de que la ejercites o no dependerá en buena medida nuestro futuro.

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